En
reacción a la actitud que tuvo el periodista Jorge Ramos, al escribir un
artículo en el que habla sobre la libertad de prensa y en el que critica a
República Dominicana, una dominicana le pidió a través de una carta abierta que
la ayude con la influencia que éste posee para solucionar el problema que una
hija de esta tiene, en Estados Unidos.
Beatriz
Montero le escribió al periodista de origen mexicano que “hay un viejo refrán
que dice que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno. Es la forma más suave que
he encontrado para comenzar esta carta. Se me atragantan las palabras que
realmente quisiera expresar ante la impotencia que siento al leer su opinión
sobre mi país República Dominicana y, en específico, sobre su prensa. Y no es
por lo que usted cree”.
“No
es porque sea verdad o mentira lo que dice. En estos momentos de mi vida eso no
me preocupa. Lo que me preocupa es que mi hija Vanja Abreu está presa
injustamente en una cárcel de Estados Unidos y ningún medio de comunicación de
este país ha querido contar la historia”.
Le
reclamó a Ramos que “esa libertad de prensa que usted enarbola en una mano y
juzga en mi país, no existe en aquel en el que usted ejerce libre periodismo.
Es fácil desde su asiento de influenciador criticar a un país, pero quisiera saber
si tiene el valor de hacerlo también de la justicia del suyo. Si lo tiene y le
interesa la historia de mi hija Vanja Abreu puedo enviarle todo el dossier y
facilitarle la información”.
En
su misiva, la dominicana llamó al comunicador de la cadena Univisión a apoyar y
velar por los casos que están a su alrededor, en especial el de la hija de
esta, con el cual pidió ayuda para volver a creer en él.
“Quizá
así pueda volver a creer en sus palabras y en esa defensa que hace de la
libertad de expresión porque puede traducirse en la libertad de mi hija, una
persona que no ha hecho daño a nadie en su vida y que parece no importar tanto
como otras noticias que usted cuenta”, concluyó Beatriz Montero.
A
continuación el artículo escrito por Jorge Ramos en el que critica a República
Dominicana.
Las
verdades de Jorge Ramos sobre República Dominicana
Desde
el aire el espectáculo es impresionante. Debe haber pocas islas tan bellas en
el mundo como la Hispaniola, que comparten República Dominicana y Haití.
En
esta época del año la tierra, verde brillante, sabrosa, contrasta con las
caprichosas montañas y con un mar, borracho de azul, que no se acaba. Las
playas dominicanas no tienen nada que envidiarle a las brasileñas,
mediterráneas o indonesias. Pero conforme te vas acercando, hay que ajustar esa
primera impresión.
Tan
pronto empieza a bajar el avión al aeropuerto de la capital dominicana, es
fácil detectar las décadas de abusos y negligencia; calles sin pavimentar, los
techos de lámina, el crecimiento urbano alborotado, sin plan. Y ya en tierra,
surge inmediatamente la pregunta: ¿cómo es posible que una nación con tantos
recursos naturales sea una de las más pobres del hemisferio? La respuesta está
en la calle.
La
percepción de muchos dominicanos es que su país es pobre debido a los
despilfarros históricos y la corrupción consuetudinaria de sus clases
dirigentes. Al menos cuatro de cada diez personas viven en la pobreza, según me
aseguró un informado periodista. Y confío más en él ya que las encuestas
oficiales, en cualquier país, tienden a maquillar las cifras. Los dominicanos,
que son muy ingeniosos para describir sus tristezas y alegrías, han acuñado
unos términos muy descriptivos para identificar a los aparentes responsables de
sus males económicos. A algunos políticos les llaman “come-solos” (por no haber
repartido el botín que se robaron). A otros les dicen “come-siempre” (por
meterle mano regularmente al presupuesto de la nación).Y no falta por ahí quien
acuse de “apaga-estufa” a líderes que, en lugar de crear riqueza, crean hambre
y de “sufre-callados” a los que, tarde, se dieron cuenta que apoyaron al
candidato equivocado o al que los defraudó.
Ningún
partido político se salva. El béisbol, sí, es una pasión en este país pero la
política es el deporte nacional. Nunca faltan nuevas combinaciones de
comelones. De la misma manera que los que viven cerca de los polos tienen
muchas palabras para describir los distintos estados del hielo, así los
dominicanos han inventado todo un vocabulario para explicar las tonalidades de
la corrupción política. Los políticos que roban están “hirviendo” o “muy
calientes”. Los que no lo hacen son “fríos”. Cool. Y hablando de políticos
cool, en República Dominicana hay toda una nueva generación de servidores
públicos y jueces que le han dado la espalda al autoritarismo y a los abusos
del pasado. A esos no hay que perderlos de vista. Tiran alto. En los medios de
comunicación también hay varios elementos de preocupación… y de esperanza.
El
pastel de la televisión, radio y periódicos está repartido, fundamentalmente,
en tres grandes grupos corporativos que, además de dar noticias, tienen bancos,
aseguradoras y otras industrias. Y esto, me parece, no es muy saludable para la
libertad de expresión. Prefiero los medios de comunicación independientes, sin
compromisos empresariales o gubernamentales. ¿Qué pasaría en República
Dominicana, por ejemplo, si un reportero descubre lavado de dinero o un acto de
corrupción en el banco del dueño de su periódico? ¿Se atrevería el reportero a
denunciarlo y el diario a publicarlo? Lo dudo. ¿Se sentirían los editorialistas
y columnistas en total libertad de denunciar que uno de los accionistas de la
empresa es socio en un negocito con el secretario de estado, el fiscal, el
militar, el sacerdote? No creo. Si el presidente atacara públicamente a algún
periodista por las preguntas que hace o las ronchas que levanta ¿saldría su
periódico, estación de radio o televisión a defenderlo? ¿Pondrían en riesgo los
negocios de la empresa por una noticia? No lo sé.
El
objetivo principal de los empresarios es ganar dinero y el de los periodistas
dar noticias; muchas veces estos dos ejercicios no son compatibles. Aún así –y
esto es importante decirlo- República Dominicana tiene su buena dosis de
diversidad en los medios de comunicación y una creciente conciencia crítica
entre sus periodistas. En estos días no se puede mandar callar a un reportero
como se hacía en la época del dictador Trujillo o en alguna de las seis
presidencias -¡seis!- de Joaquín Balaguer. En República Dominicana hay cada vez
más periodistas conscientes de su labor, valientes…y muy mal pagados. (Esa es
otra de las debilidades del sistema.) Pero cuando los dominicanos no están
trabajando duro, viendo la televisión, discutiendo sobre la pelota o hablando
de política, es fácil verlos bailar en las calles o jugando dominó cerca de la
maravillosa zona colonial de Santo Domingo. Estoy apantallado de esta belleza
arquitectónica y de la aparente seguridad que se respira en sus calles,
incluso, en altas horas de la noche.
Esa
tranquilidad ha desaparecido en casi todas las capitales latinoamericanas. No
aquí. República Dominicana es una joyita. El dinamismo de su gente es sólo
comparable al más rápido de sus merengues. Sus hoteles, playas y gastronomía
son un extraordinario imán internacional. Sus jóvenes y empresarios han ayudado
a que tenga uno de los índices de crecimiento más altos de la región. Pero…pero
por alguna razón todavía hay muchos que prefieren arriesgarlo todo para cruzar
las tortuosas aguas del canal de la mona en una yola hacia Puerto Rico. El
ejército de emigrantes, el alto número de pobres, el siempre prolífico
vocabulario para describir la corrupción gubernamental y las mordazas
potenciales a los periodistas son claras señales de preocupación. Pero todo
esto, desde el aire, no se nota. ¿Qué falta en República Dominicana? Bueno, no
soy nadie para decirlo pero, según me cuentan, urge –como en casi toda América
Latina- una nueva generación de líderes (políticos, económicos, de opinión…)
que no deje a nadie fuera del progreso de la isla, que tenga las manos limpias
y a quien los dominicanos podrían llamar, con orgullo, los “todos-comen”. Y en
este viaje tuve la suerte de conocer a varios de ellos; nuevos aires –puedo
reportar- soplan sobre la isla.